Mi formación religiosa fue muy poco afortunada produjo en mi espíritu reacciones muy contrarias que adoptaron formas hostiles y negativas.
Durante largos períodos de mi vida he vivido distanciado de la practica religiosa, insatisfecho, con tristes recuerdos (¿), tal como me la impusieron exagerado celo y con una seguridad despótica que no tuvo jamás en cuenta las condiciones particulares y por mi la respuesta que podía hallar un método tan inflexible imperativo en mi conciencia individual.
En los internados donde cursé los estudios primeros la misa diaria, el rosario, la comunión frecuente por no decir diaria, la confesión, las pláticas sermones y las funciones solemnes de los días festivos, los ejercicios espirituales en tiempo de cuaresma nos proporcionaban una ocupación piadosa abundante que cumplíamos dócilmente plegando nuestra conducta sobre todo en los primeros años, con su misa aceptación (talante) pero fatalmente por su reiteración tan excesiva se iba apartando de nuestro animo toda conciencia del hecho que realizábamos para dar lugar a unos actos rutinarios que interiormente se desarrollaban con todas las connotaciones del automatismo como respuesta.
Quedaba así mi pensamiento libre para volar a su antojo por los más vanos entretenimientos
Trasladado esta situación al encuadre familiar lejos de aliviarse mi espíritu con una práctica más flexible y tolerante, se encontraba cada vez mas sometida y sobrecarga por una vigilancia estricta escrupulosa y desconsiderada con mi persona (ser e individual) que realizaban su acción (inspección) de forma cada vez mas exigente (directa) y opresiva hasta que con el tiempo fue surgiendo de mi interior mas insumiso una actitud de protesta, de rechazo, ante aquella situación, acoso espiritual, que en ninguna manera aceptaba , (¿) irracionalmente.
De esta manera todos los principios de creencia vigentes en mi interior y aceptados sin la menor reserva ni consideración crítica en resumidas cuentas los principios de mi fe, se fueron corrompiendo muy a mi pesar mío dando paso a un estado de indiferencia de despego que después sería de mala conciencia y descontento de mi mismo y de mi comportamiento sin que por ello dejase de repudiar las causas externas que lo motivaban.
Siempre me he sentido visualmente deslumbrado y conmovido por la blancura inmaculada de la hostia expuesta en el ostensorio xxxx altar en el exponente mas elocuente (Expresivo) y convincente del poder de la blancura como signo sagrado, infinito.
Misa
Siempre he sido muy receptivo al culto religioso sobre todo en sus manifestaciones solemnes: en cambio he sido contrario a la rutina; una misa de pontifical ante un altar catedralicio, con todo el despliego de casullas de capas , incienso, báculos, la platería, las luces de los cirios el canto del coro o del órgano rebosando completamente los sentidos penetran en el espíritu con mayor intensidad que el mejor montaje teatral imaginable. El susurro de los rezos del oficiante sobre todo dichos en latín con toda su belleza fonética prosaica y el misterio de un decir exótico inusual.
Siempre me ha producido especial fascinación la blancura de la hostia engastada en el ostensorio, emanando en su pequeñez (dimensión) de aquel centro entre reflejos dorados y de pedrería una luz mágica absoluta del mayor lirismo.
Lograr que todo un retablo completo y bello venga a gravitar sobre este reducido centro circular de apenas unos centímetros no es pequeño logro.
Pero no tiene que ser necesariamente a través de este gran aparato escénico que podamos percibir emocionalmente al lirismo del acto religioso que puede también desarrollarse en el reducto espacio de una capilla con dos luces (velas humildes) y un crucifijo. En esa intimidad adquiere una dimensión mágica de conjuro, el sacerdote inclinado de espaldas a los feligreses, las definitivas palabras del canon con toda su carga lírica: “Per ipso, cum ipso, et in ibso, tibi Deus pater omnipotentes omnes honorem gloriam”. No puedo dejar de comparar desconsoladamente estas divinas palabras con las de la nueva traducción al castellano – que no es traducción sino vertido- que conllevan probablemente una significación prosaicamente formuladas, la palabra crece.
La comunión llegada a la práctica diaria como cosa impuesta de materia coactiva como yo lo padecía en mi medio familiar da resultados negativos y hasta contraproducentes. Yo lo sentí así, en cambio en mis hermanos no se promovió el conflicto con iguales caracteres. La comunión practicada en la mecánica rutina diaria. La confesión igualmente rutinaria por la premura de los días fueron insensibilizando mi conciencia encontrándose insatisfecho por las dos vertientes
Colegios- jesuitas el camello por el ojo de la aguja
Familia el rayo de sol por el cristal
Imposición absoluta la circuncisión
Desdoblamiento la Magdalena
Mala conciencia
La creencia
Adolescencia
Universidad
Crítica intelectual
Religión y política social
Sexo y confesión
Todas estas vicisitudes que tanto me afligieron en años infantiles dejaban intacto mi creencia, el fondo de mi fe religiosa se conservaba íntegro. Era la práctica devota al uso lo que me resultaba de mal acomodo con mi natural espontáneo.
Particularmente tedioso me resultaba el santo rosario que para mayor aburrimiento era de práctica diaria, tanto en el internado como en seno familiar, pero por desgracia era en este segundo escenario donde mis recuerdos todavía se han mas triste.
En el colegio no había mas problema que aguantar pasivamente en el banco dejando volar libremente mi pensamiento, entre las balbucientes palabra. En el reducto familiar los rezos se fueron desarrollando en un ambiente tenso y desagradable era exigencia cada vez mayor. De las advertencias se pasaban a las amenazas, de las amenazas a los castigos y de ahí a los pescozones y los gritos. Dando todo aquello como resultado una gresca chabacana plebeya en lugar de un acto piadoso recogimiento familiar.
San Mateo 1251
Toda la vida ha perseverado en mi estos recuerdos dolorosos en que cosa decisiva en mi relación filiar: me fue separando de mi padre hasta el punto de contestar con monosílabos o fingir distraimiento. Nunca llegue a ver en el un posible diálogo, un entendimiento, nunca le perdía el respecto también tengo que reconocer que en la vida me he equivocado de idéntica manera y en circunstancias y presupuestos muy distintos lo que me hace hoy ser mas benevolente en mis juicios filiales.
Como resultado de una actitud intransigente en grado máximo, y tan obstinada en su observancia que descartaba toda acción conciliadora y tolerante transigente. Por mi parte no había otra cosa que un acto reflejo de aburrirme a rabiar pero también se añadía el no acabar de comprender el porque se esa reiteración tan contraria a lo evangélico que sometía la singularidad excelsa del padrenuestro en una pieza de tarace que engastaba para conseguir una forma geométrica con una guardilla de letanías.
En mi interior yo estaba en la seguridad de que en aquella actitud inflexible dominadora hasta rebasar los límites de lo racional estaban los jesuitas, confesores de mi familia que periódicamente giraban una visita de inspección y alcahueteo y cuyos resultados sufríamos todos mis hermanos.