De lo sevillano al sevillanismo
De lo popular a lo lugareño
Sevilla no suele producir en sus visitantes reacciones moderadas. Mas bien parece que aviva los ánimos desde los primeros momentos, incitándolos a pronunciarse con decidido partidismo, en las mas opuestas direcciones. Mientras unos se sienten cautivados efusivamente, otros se sienten decepcionados.
Posiblemente se deba esto en buena parte, al ánimo del viajero en el momento del encuentro con la ciudad. A Sevilla se suele llegar con una fuerte carga de opinión previamente adquirida, y mejor o peor asentada según la procedencia los casos, lo imaginado pero en todos ineludiblemente se hace necesaria el reajuste que exige la presencia real.
También se añade otra circunstancia que hace precipitar los acontecimientos antes de lo que sería habitual o acostumbrado. Sevilla quizá sea de las ciudades que se ofrecen más de golpe al espectador, y su presencia se hace en un despliegue tumultuoso de elementos y situaciones a nivel de los sentidos, tanto como del intelecto. Junto a su densa fisonomía histórica y monumental, se empareja a un tiempo, la faceta vitalista y cotidiana manifestándose de forma abigarrada y crepitante en la conducta peculiar de sus moradores en la intensa sensualidad de su clima.
En este punto difiere visiblemente aún de sus más próximas hermanas: Córdoba cuya amistad se hace con un ritmo más sosegado y paulatino o como Granada que asoma ya en la distancia iniciándose el coloquio. Sevilla en cambio se presente con la proximidad pero no se percibe hasta que no se está dentro del todo y una vez sumergidos en su interior se agolpa de manera crepitante el júbilo de sus calles y el estilo de sus moradores con unos perfiles es decir Sevilla es una ciudad colmada de expresión.
La imagen de la Sevilla actual una vez adentrados difiere hoy considerablemente de la de hace unos años tan solo, por un aumento desmesurado de su población y de su habitáculo. Por cierto en cualidades tan desafortunadas que exceden lo previsible hasta el extremo: lo que ha crecido en tamaño no es mas que una costa ganga amorfa, impersonal y mostrenca que parece amenazar con su anodino mas a los centros vitales hasta el corazón de la ciudad, sus partes mas nobles, aquellas por las que Sevilla ha tenido desde la existencia y categoría.
Paralelamente y como no podía se menos, la vida que por esas calles transcurre, se presenta también con un colorido mas anodino y compartimiento mas gregario a tono con su nuevo encuadramiento urbano, cambiando o confundiéndose lo popular con lo populoso en pura pérdida.
Podría sospecharse que dicho balance tan pesimista esta necesariamente inspirado por un sentimiento de nostálgico inmovilismo, por una aspiración ingenua a que aquello que fue Sevilla entonces prevalezca contra viento y marea en toda su intacta inmanencia. Abogar por una solución así equivaldría a propugnar absurdamente por la momificación de una ciudad para lo cual habría que aceptar previamente su acta de defunción, y nada mas lejos de nuestro ánimo.
Una actitud conservadora no debe oponerse
Y una vez sumergidos en su interior se agolpan de manera crepitante el júbilo de sus calles y el estilo de sus moradores (sus momentos) con unos perfiles, es decir Sevilla es una ciudad colmada de expresión
( por reverso)
Porque ha cambiado así?
Porque sus moradores
El reflejo en el pueblo
No hay otro remedio que la continuidad
La historia es cambio